Elmhurst, Illinois / EEUU
Sanado de graves problemas estomacales durante un servicio religioso
Me llamo Patrick Gilboy, tengo dieciséis años y voy al instituto Fenwick de Oak Park, Illinois. En 2016, desarrollé un problema no diagnosticable en el estómago. Entonces tenía 10 años.
Me acababan de trasladar a un nuevocolegio y me sentía muy a gusto allí. Después de poco más de dos meses en cuarto curso, empezó a dolerme el estómago todo el tiempo y disminuyó mi apetito.Ya no quería comer. Esto también afectó a mis contactos sociales. Ya no quería jugar con mis amigos, mi hermano o mi hermana.
Tras unos cinco meses de dolor, mis padres decidieron consultar a un especialista. Estuvimos viajando a Chicago a diferentes hospitales y diferentes especialistas. Fue muy estresante para mí que, incluso después de dos meses de pruebas, los médicos no pudieran averiguar nada sobre la causa de mi dolor y mis náuseas constantes. El diagnóstico oficial fue náuseas constantes y pérdida anormal de peso. Ninguna de las dos cosas era nueva para nosotros. No era difícil darse cuenta de que ya había perdido una cantidad de peso inusual para un niño de diez años. En lugar de crecer, estaba adelgazando y pesaba menos.
A mediados de agosto de 2017, uno de los médicos sugirió que podría tener la enfermedad por reflujo gastroesofágico. Entonces también me examinaron por ello. El 3 de octubre de 2017, sin embargo, se descubrió que esta suposición era incorrecta. Por un lado, este diagnóstico fue un alivio para mí y para mi familia. Pero, por otro lado, estábamos completamente perdidos, pues ninguno de los médicos tenía ni idea de cuál podía ser la causa de mi enfermedad. Durante los meses siguientes, medieron pastillas para las náuseas e intenté sobrellevar el miedo al dolor de estómago.
Así transcurrieron los meses siguientes. Un día, después del colegio, mi madre me preguntó si quería ir a una misa con un tal padre Ubald. No tenía muchas tareas domésticas, así que acepté. Pero no tenía ni idea de quién era ese tal Padre Ubald ni de porqué íbamos. Si me hubieran dicho que tendríamos que conducir tres cuartos de hora para asistir a esa misa, habría dicho que no inmediatamente. Pensaba que una misa un martes por la tarde era un poco extraño. Pero, por extraño que parezca, aquella tarde me entraron ganas de ir a misa.
Llegamos a la iglesia católica de San Gerald, en OakLawn, con 30 minutos de antelación, porque a mi madre le habían dicho que habría mucha gente. Realmente ya había mucha gente y nos sentamos en los últimos asientos que quedaban libres.
La misa fue normal, así que me pregunté porqué habíamos viaja do tan lejos.
Tras la bendición final, el padre Ubald empezó a bendecir a la gentecon la custodia. Salió del presbiterio y recorrió las filas de bancos de la iglesia. Se detuvo cada pocas filas e hizo la señal de la cruz con Jesús. Finalmente, llegó a la zona donde yo estaba arrodillado y se detuvo justo delante de mí. Aún recuerdo exactamente cómo el padre Ubald me miró fijamente. Cuando hizo la señal de la cruz con la custodia, sentí de repente que me invadía una fuerte oleada de calor. En aquel momento, todo mi dolor, mis miedos y mis preocupaciones se desvanecieron de mí. Ya no podía controlarme y empecé a llorar profusamente. Todos los sentimientos que se habían acumulado en mi interior durante los dos últimos años estallaron. Entonces me di cuenta de que mi madre también lloraba, era la primera vez que la veía llorar. Lloraba tanto como yo, pero también lo hacían todos los que me rodeaban. De repente supe que había experimentado la misericordia de Dios.
Cuando el padre Ubald volvió al altar, empezó a anunciar qué enfermedades se habían curado aquella noche. Entonces dijo: "Un muchacho con problemas estomacales desconocidos ha sido curado por la misericordia del Señor". Miré a mi alrededor para ver quién podía ser; luego miré a mi madre, que se secó las lágrimas y asintió. Me di cuenta de que el padre Ubald acababa de describirme. Tenía un miedo casi paralizante, pero después de mi encuentro con la Eucaristía, me levanté delante de cientos de personas y les dije a todos que yo era e lchico con problemas de estómago al que Dios acababa de curar.