La Encarnación de Cristo
11.
Dios anunció el nacimiento del Salvador a través de los profetas.
Dios podría haber enviado al Salvador sin anunciarse en cualquier momento. Después de todo, Él sabía de la necesidad de esta redención; nada ni nadie podría haber evitado que el Todopoderoso lo hiciera. Pero por consideración a nuestra libertad humana, no dio este paso por su propia voluntad. Más bien, esperó hasta que el pueblo de la nación elegida, después de innumerables generaciones, llegara a la posición de rezar juntos ardientemente por el Redentor. Así, desde su libertad humana, dieron su consentimiento a Dios para que esta obra de redención se llevara a cabo. El anuncio del Mesías por los profetas no provocó automáticamente la voluntad del pueblo elegido de pedirle a Dios el Mesías. El pueblo de Israel primero tuvo que madurar y ser digno en un largo proceso de crecimiento para poder abrirse a la venida del Redentor y dar a Dios el espacio apropiado.
Este es un ejemplo central de la providencia de Dios: Dios siempre ha sabido lo que es correcto e importante para nosotros los seres humanos, pero no nos impone sus planes para el destino de las naciones, como tampoco impone sus planes para el destino de cada individuo humano. Tampoco interviene en los acontecimientos mundiales por iniciativa propia, ni siquiera en relación con el Mesías. Dios, por nuestra libertad, necesita nuestra oración, nuestro consentimiento a su acción, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, y también necesitaba el consentimiento de todo el pueblo elegido de Israel. Sólo entonces, de acuerdo con su providencia, podría hacer a su Hijo humano.
12.
Además del pueblo de Israel, que durante mucho tiempo había rezado por el Mesías, Dios también necesitaba una mujer capaz y dispuesta a asumir la tarea de convertirse en la madre del Redentor. Dios predestinó a María de Nazaret para hacer esto, y la preservó de todo pecado. Cuando María, desde su libertad humana, dijo su SÍ sin reservas a la voluntad de Dios, concibió como virgen al Hijo de Dios a través de su Espíritu Santo. Dios, como Señor del universo, no está obligado por ninguna ley de la naturaleza.
13.
Jesús, el Hijo de Dios, nacido a través de la Virgen María, fue humano en todos los sentidos durante su vida terrenal. Pensó como un ser humano, sintió como un ser humano, también murió como un ser humano. También nació en la libertad humana que Dios había dado a toda la humanidad. Dios Padre le reveló su origen y le dio la autoridad para realizar signos y maravillas para que la gente pudiera creer en su misión. Desde su libertad humana, Jesús fue obediente al Padre hasta la muerte. Después de su resurrección y ascensión, Jesús es consustancial al Padre y al Espíritu Santo, que es el poder de Dios prometido a los humanos. Por eso hablamos del Dios Trino.